A principios de los 90, una funcionaria de prisiones del Estado de Nueva York llamada Sharon Jones, que tenía una de las mejores bandas de bodas -nuestra BBC de toda la vida- de la ciudad, hizo un casting para encontrar a una corista y acabó contratando a dos: Saundra Williams y Starr Duncan, amigas y residentes en Harlem. El tiempo y el bisnes las separaron, pero hace 6 años, Jones, en la cima de su carrera, se acordó de ellas para ampliar su banda, The Dap-Kings, y desde entonces las dos amigas han tenido contrato indefinido.
Hace un año y pico, Gabe Roth, de Daptone, el sello de Sharon Jones (y también, por cierto, de Amy Winehouse), les propuso a Starr y Saundra cumplir el sueño de (casi) todo músico: sacar disco propio.
Y lo que han sacado es pura magia soul, llena de músculo y de terciopelo, y un repaso glorioso a varios tótems del género -el sonido Motown, Curtis Mayfield, Aretha Franklin, Tina Turner y hasta Isaac Hayes y el afrobeat- lo que nos lleva a preguntar -¡otra vez!- cómo es posible que la mayoría de los jóvenes músicos negros norteamericanos tengan los oídos, las manos y las voces dedicadas a esa otra lamentable cosa que están haciendo.