Lizzo

El tercer disco de la rapera y cantante norteamericana Lizzo es suficientemente corto (33 minutos, 10 canciones) para que no tengas tiempo de cansarte o aburrirte -si fuera el caso, que puede serlo- y contiene quizá demasiada variedad de géneros, estilos y modos de producción como para que pueda ser considerado un álbum propiamente dicho; pero en los tiempos de streaming las ‘obras’ ya no rentan el esfuerzo de emprenderlas y los menores de 30 años no sabrían valorarlas, así lo que suma son las canciones y en ‘Cuz I Love You’ hay tres o cuatro que son de notable alto.

‘Soulmate’ es ese tema que suena como un descarte de Beyoncé y que Beyoncé nunca cantaría, porque ella no tiene problemas de sobrepeso, la soledad no la aprisiona como unas fauces y tampoco necesita gritar a los cuatro vientos que ella se quiere, porque sentimos como obvio que Beyoncé debe de quererse una barbaridad. Pero ‘Soulmate’ puesto en la boca de Lizzo es otra cosa: sentimos que cobra sentido, que lo que transmite es real y que esta chica tiene una manera maravillosa de desembarazarse de sus complejos. Para la otra manera, véase el vídeo de aquí debajo:

‘Juice’ fue el primer single que se adelantó de este disco y es una canción tan divertida y bailonga como facilona, pero es que no se trata de otra cosa cuando se busca escribir e interpretar un llenapistas y luego pasa que hacerlo no es tan fácil como parece, que la magia no te la da ningún algoritmo y que lo mismo la fuente se se seca.

‘Jerome’ es una balada soul quizá demasiado convencional, pero no despreciable en absoluto, y que chirría por su producción clásica -y a eso vamos- junto a temas como ‘Tempo’, que interpreta Lizzo con Missy Elliott, que es un producto clubbing/r’n’b, y de la que solo la separa en la track-list ‘Crybaby’, que suena a tema de Prince y no precisamente de este siglo. Y es por cosas como estas por las que cuesta tomarse el disco con la seriedad debida, porque falta dirección artística o proyecto o autoexigencia o todo junto.

Y por último, por supuesto, es imposible no mencionar la canción que da título al álbum y lo abre con una producción apropiadamente (esta vez) grandilocuente que Lizzo se come por las patas cada vez que dice ‘I’m crying cuz I love you’ (y se lo dice a sí misma, por cierto); porque es en temas como este donde la de Detroit da la talla y muestra facultades y capacidades tales que, llevadas con más acierto, más vista y en mejores manos creativas (¿es mucho pedir, verdad?), servirían al propósito sagrado de dejar que se muestre en todo su esplendor una artista probablemente descomunal.

por El Poleo