El increíble caso del chico que imitaba a Sam Cooke sin haberlo escuchado nunca (dice él) se ha resuelto en un estupendo nuevo disco viejuno que es imposible que -honestamente- no guste a aficionados y amantes del soul clásico. El mimetismo con el sonido sixties es tal que llega a ser virtud y, en lugar de comparar con la fuente -que sería lo lógico-, simplemente el cerebro lo coloca allí, en su sitio, en la fuente, en una tienda de discos de Misisipi o de Arkansas, hace 50 o 55 años.