La relación de Jay Kay y su banda con la prensa musical ha sido desde hace casi 25 años la de un papel de lija con la piel de la cara. Nada extraño sabiendo que los referentes de Jamiroquai están en la música negra comercial de los años 70 y que nunca han tenido problema en dejar que se les note la influencia de (y la veneración por) Stevie Wonder. Si a esto añadimos que han vendido muchos discos y han ganado mucho dinero porque han gustado mucho y han tocado en todas partes, la cosa se complica y al crítico gafapasta se le afilan los colmillos preparando otra vez un ataque entre feroz y desesperado.

Y todo esto es porque ese crítico gafapasta y sus clones han decidido que, si tienes influencias de hace más de 35 años, tienen que ser las de Joy Division, Siouxsie o Echo & The Bunnymen y no, de ninguna manera, las de Donna Summer, los Commodores, Chaka Khan o (¡arrrgghhhh!) los Bee Gees, porque, a ver, los primeros hacían música comprometida con el sentido trágico de la vida y por eso se les ponía esa cara que tenían  (por eso y por algo más, vous savez), mientras que los segundos hacían música para bailar y celebrar la vida y eso está muy mal, porque todo el mundo sabe que esto es un valle de lágrimas.

Y, ya que estamos, cabe dejar constancia de que, en España, entre la gente pijo/progre/comprometida, la música negra, hasta ayer por la mañana, era ‘música de discoteca’, algo que solo les gustaba a los pobres, a los horteras y a los maricones (como veis, un perfecto ejemplo de tolerancia, respeto y corrección política).

Bueno, pues eso, que Jamiroquai han vuelto después de siete años (cada vez espacian más las salidas de sus discos), justo en el límite entre siguiente disco y disco de regreso, y lo que ofrecen, si bien no tiene la frescura y el genio de lo que facturaban hace más de 20 años, sí es un producto más que digno, que no suena a refrito, que avanza en algunas interesantes direcciones, como la de la incorporación de la electrónica (andan por ahí diciendo que Jamiroquai copia a Daft Punk, ains), y que tiene un puñado notable de buenas canciones: ‘Cloud 9’, ‘Shake It On’, que abre el disco, ‘Hot Property’, ‘Vitamin’ o ‘Superfresh’.

Lo que no trae ‘Automaton’ es la fórmula para que al crítico gafapasta se le quite la cara de acelga.

por El Poleo