El músico punk más leído y shakesperiano y el hipster más punkorro son la misma persona, Patrick Stickles, y Patrick Stickles se ha construido una catedral punk, una ópera rock formidable, del tamaño del London Calling, cien minutos, veintinueve canciones, dentro de la montaña rusa que es la cabeza de un majareta y, además, no se le ha ido la pinza; tan poco, que ha metido a Owen Pallett en el estudio y en la producción y en los arreglos; tan poco, que la banda sigue sonando a lo de siempre, pero con cien mil matices más; a lo de siempre, pero con querencia y ambición; a lo de siempre, pero chulos y con concepto; a lo de siempre y divirtiéndose y se nota y ole sus huevos.