Es prácticamente imposible que estos cuatro muchachos del Ulster sean capaces de seguir sacando discos con la calidad, el rigor y la intensidad que tiene este largo y tuvo su anterior EP. La misma irremediable fatalidad que puso a The Strokes en una rampa descendente que todavía no sabemos donde acabará o que hace que nos echemos a temblar cada vez que se anuncia una nueva entrega en la bamboleante trayectoria de los Arctic Monkeys. Esa maldición -que también abonan las propias bandas, es una historia bien conocida, manoseada por repetida- está a punto de manifestarse en forma de mánager o productor o protector o gurú y tendrá como inevitable consecuencia uno o varios discos mediocres o autocomplacientes o aventureros que darán a traste con el espíritu originario y con los fans encandilados. Lloraremos la pérdida y esperaremos la próxima reencarnación.