Todavía con el pelo de la dehesa (nerds look) delatador sobre su aspecto, como una niebla casposilla, estos cuatro casi imberbes chicos de Filadelfia es posible que lo peten en este 2015 con este disco calculado, de fórmulas manoseadas y muy poco arriesgado.
Ellos declaran sus influencias norteamericanas (del grunge a The Strokes), pero a lo que suenan de verdad (y una y otra vez, o sea que le han cogido el tranquillo) es a unos Arctic Monkeys con esteroides que buscan el agrado rápido del público y el rentable canturreo de las grandes audiencias. No tizna, no moja, no molesta, y se deja escuchar.