El pop-rock psicodélico (Tame Impala, Jacco Gardner…), en su reload de este siglo, está proporcionándonos quizá más alegrías que otros revivals y eso debe ser porque emular algunas perlas de finales de los 60′ no es algo que se haga en una tarde y requiere, por tanto, tiempo y talento. Y eso es lo que probablemente han empleado estos bostonianos que se han tomado tres años desde su primera entrega para ofrecernos esta maravilla de terciopelo, ensoñación y algodón de azúcar lisérgico. Y es que este disco no se puede escuchar de cualquier manera, que conste.