Demasiado joven (1967) para haber tomado la ola de la psicodelia y del rock progresivo de los 70, Steven Wilson nació para la música a finales de los 80 con la nostalgia de un mundo que el tiempo había devorado (agotamiento y autofagia son otros factores) y con la determinación de emular a Pink FloydJethro TullYes o The Moody Blues. Así, entre bromas y veras y con la colaboración necesaria de un amigo y colega, urdió la historia de un grupo fantasma de los 70, Porcupine Tree, y al estilo de Rob Reiner con This Is Spinal Tap, fingió discografía y diverso material original, entre el que se encontraban algunas grabaciones perdidas que, por una broma del destino, acabaron en una discográfica y fueron la base del primer disco real de Porcupine Tree, On The Sunday Of Life (1992).

17 años después, tras una larga y muy coherente trayectoria, donde destacan In Absentia (2002) y Fear Of A Blank Planet (2006), Porcupine Tree se atreven (si es que no son de este mundo) con un disco doble, conceptual y que contiene un único tema de 55 minutos dividido en 14 partes (disco 1) más otros cuatro (disco 2) entre los que se halla uno de 20 minutos y lo hacen con genio y elegancia, sin sombra de pedantería, con la sabiduría de alternar la potencia y la calma, construyendo un artefacto que más que oírse se saborea, que en ningún momento satura al oyente y que -milagro, milagro- lo deja con ganas de repetir.

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por El Poleo