Los neoyorquinos levantan el pie del acelerador punk-rock en este segundo disco y, sorpresa, les sienta de maravilla, y en lugar de parecerse a los peores Arctic Monkeys se parecen a los mejores Strokes. Es más, se atreven con temas largos (Instant Desassembly se va a más de 7 minutos) y uno no se cansa. Felicidades, larga vida, muchos discos.