Mismo sitio, distinto lugar

Yo he visto dos veces cosas que vosotros no creeríais: una abuela y su nieta pre-adolescente cantando a voz en grito la misma canción en un concierto. Lo vi hace muchos años en la Plaza Mayor de Salamanca, con Mecano, y hace menos años, en el Pabellón Multiusos de Cáceres, con Vetusta Morla. La anécdota no hace categoría ni una golondrina, verano, pero creo que todos estamos de acuerdo en que los chicos de Tres Cantos, con cinco discos que vinieron después de casi 10 años de ‘calentamiento’, han alcanzado un status que, en España y en el ámbito del pop y el rock, no han logrado ni una docena de artistas en cinco décadas; precisamente esos artistas que -somos un país muy desgraciado- polarizan las opiniones hasta el punto de dividir cualquier grupo humano e hispano con cierta cultura musical en dos bandos irreconciliables, cuando no en dos hordas dispuestas a devorarse.

¿Y cuáles son los elementos que incorporan las canciones de Vetusta Morla que los han encumbrado a ese olimpo donde lo mismo te lapidan que te lanzan rosas? Pues el primero es precisamente eso: canciones identificables, reconocibles, fácilmente recordables, parientes cercanas unas de otras, con su épica, su estribillo y en español, español de los españoles y de 500 millones de hispanohablantes (que las letras resulten a veces ininteligibles salvo que leas y escribas poesía surrealista no importa un carajo: la gente canta lo que le echen cuando viene el subidón); el segundo ingrediente es el estilo, la personalidad de la banda, prácticamente inalterada en una década de exposición pública (dicen que son ‘un matrimonio de seis personas’, puede que sea eso), un tiempo en que han mimado su marca y su imagen de marca; y el tercer ingrediente de este caldo prodigioso es el amor propio, que en el caso concreto de una banda de pop-rock produce dos interesantes y rentabilísimos efectos: que la música que estás componiendo, grabando y produciendo ahora tiene que ser mejor que la inmediatamente anterior (dicho de otra manera: que el primer disco no puede ser el mejor de ninguna de las maneras) y que su ejecución pública tiene que ser siempre impecable o cada vez ‘más impecable’, porque tu público se lo merece y, sobre todo, porque tú te lo mereces.

¿Y qué hay de todo esto en ‘Mismo sitio, distinto lugar’? Pues de todo y por todas partes. Los Vetusta se siguen pareciendo a sí mismos como un joven de 25 años se parece al que era con 18; se van volviendo prudentemente más valientes (haber lanzado como primer single ‘Te lo digo a ti’, veneno kraut para las radiofórmulas, no es una prueba, es La prueba); y en su querencia por vestir su música con lo mejor de los mejores sitios han tirado la casa por la ventana: bien demostrado queda su afán cuando el mismísmo Dave Fridmann pide que le traduzcan las letras al inglés para comprenderlos mejor.

por El Poleo