El caso de Meg Remy, al menos tomando como referencia sus discos desde ‘Go Gray’ (2010), es tan chocante como sugerente. Hace 7 u 8 años, cuando defendía sus primeros trabajos, se presentaba como una artista bastante hermética –post-noise, underground-, cuya propuesta musical era (y ya era bastante) su principal mensaje, y la cosa siguió así hasta ‘Gem’ (2012). Ahí es donde empieza una evolución que se prolonga con ‘Half Free‘ y culmina en todo su esplendor con este ‘In a Poem Unlimited’: la evolución que consiste en dulcificar la forma musical y endurecer (y cómo) el mensaje.
Los abusos, la violencia en la pareja, la furia contra el patriarcado, la ira contra los maltratadores y hasta un recuerdito a un Barak Obama que mientras cultivaba su pose más cool seguía haciendo de comandante supremo y sin despeinarse, son los asuntos de que tratan canciones que en su forma externa son piezas de cuidadísima estética (y hasta bailongas) que usan el soul, el pop de cámara, el funk y hasta los ritmos caribeños para construir una atmósfera sónica de lo más arty y sofisticada.
El hecho de que por primera vez Meg Remy se haya hecho acompañar de una banda con seres de carne y hueso, entre los que se encuentra su marido, y no solo por sintes, cajas de ritmos y secuenciadores, puede estar también en la solución de un enigma tan intrigante e incómodo como satisfactorio: cómo se puede bailar con una historia de drones asesinos de niños (‘M.A.H.’) o que un alegato a favor de la venganza por la propia mano (‘Velvet 4 Sale’) te entre con la suavidad soul de Curtis Mayfield o Marvin Gaye (claro que , bien pensado, estos dos hermanos hacían más o menos la misma cosa).