El tío listo lo va a volver a hacer porque el tío listo sabe (es lo suyo: saber) de qué va el asunto. El tío listo elige una banda de entre tres mil y la elige porque comprueba que se saben defender (no importa si mucho: contamos con La Tecnología) sobre un escenario, comprueba que no quedan peor que otros (no importa si mucho peor: contamos con El Estilismo) en un vídeo o en una revista cool y comprueba finalmente que los chicos harán -no importa si luego se lo piensan mejor: contamos con El Contrato– lo que él diga que hagan.
El tío listo graba un par de temas con los chicos. El tío listo (aquí sí que es verdaderamente listo) habla, sugiere, invita, seduce, soborna, amenaza a ciertos otros tíos que parece que son menos listos que él. Los otros ciertos tíos comienzan a hablar o escribir de los chicos muy, pero que muy bien.
El tío listo sabe (es lo suyo: saber) que puede que alguno de otros tíos ciertos matenga alguna reserva (imposible una resistencia: contamos con La Necesidad), entonces el tío listo saca el recurso definitivo, irresistible, demoledor: la autoridad, La Gran Voz.
Y el tío listo, con unos recursos mínimos, con una inversión de risa, sin riesgo alguno, sin despeinarse el cabrón, como si no se hubiese puesto todavía a ello, quizá sin haber entrado en el estudio, quizá sin tener escritas la canciones, ya ha vendido el disco, contratado el concierto, concedida la entrevista, comprometida la revista, apañao el dominical, diseñada la camiseta, registrada la web, funcionando el twiter y a tres mil en el facebook.
Y el año que viene lo volverá a hacer.
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