Vamos a ver: estamos a 13 de enero y ya tenemos ‘primer gran lanzamiento del año con aclamación universal’ (Consequence of Sound, Variety, The New York Times…) y o yo me estoy perdiendo algo o la fiebre del hype está haciendo más estragos que un bicho que yo me sé, porque este disco no está (del todo) mal, Abel Tesfaye se esfuerza indudablemente en entregar un producto competente (no he dicho todavía si lo consigue), ha sabido rodearse de gente que entiende de esto (Oneohtrix Point Never o Max Martin) y gente con la que te gusta -y cómo- salir en la misma frase (Lyl Wayne, Quincy Jones, Jim Carrey, Bruce Johnston), ha tirado -como casi siempre- del sonido ochentero para arropar sus canciones y sigue empeñado en cantar (casi) como Michael Jackson, pero ‘Dawn FM’ tiene al menos tres problemas que todo lo anterior no consigue disimular del todo.
El primer problema es el principio de todo: hay muy pocas canciones sobresalientes, es decir, canciones que, sin todos estos ropajes y parafernalia, nos parecerían relevantes. Se pueden destacar (iba a escribir ‘salvar’) las pareja de ‘Take My Breath’ + ‘Sacrifice’ y ‘I Heard Yu’re Married’+ ‘Less Than Zero’. Más allá de eso, por debajo de las emulaciones del ‘Thriller’ o los sintes a lo Giorgio Moroder, mayormente solo hay pop muy de andar por casa.
El segundo problema, y el más grave del disco como producto, es que este se desinfla canción a canción desde aproximadamente la mitad y no lo salva de la cuesta abajo ni la segunda pareja de canciones que he citado antes. ‘Dawn FM’ se hunde tanto en ideas como en desarrollo conforme lo vas escuchando y -lo peor- en sucesivas escuchas no haces más que reafirmar tu opinión.
Y el tercer problema está en el artista: Abel Tesfaye tiene 32 años y hace mucho que dejó de ser un creador relevante (alguien podrá decir que nunca lo fue). Es un hombre cada vez más empeñado en conseguir titulares (el lanzamiento tan temprano del disco es una buena prueba de ello), ser la nata de todas las tartas y tratar de vender entradas de su gira de reparación de daños. La ambición y la valentía que podrían esperarse de un músico en su posición lamentablemente han desaparecido.