Es obligado decir que The Age of Adz es un disco pasmoso (viniendo de quien viene; aunque, después la propina de The Avalanche o del ‘experimento’ The BQE, podríamos fácilmente haber esperado algo así) y que, si se ha basado en la obra de un esquizofrénico, lo ha clavado; que ésta es una de esas obras que enseguida se catalogan –indistintamente- como obra maestra o salida de pata de banco, según le haya cogido el cuerpo a quien comente; que es valiente y arriesgado (y hasta rompepelotas); que produce inmediato desasosiego en el oyente (y probable angustia en el fan); que cuesta mucho no darle dos y tres vueltas a los temas más sobresalientes (Too Much, Get The Real Get Right, Bad Communication); que hay momentos en que tanta programación electrónica embota y satura canción y oído, y otros en los que te das cuenta de que estás ante algo casi sublime; que es, en fin, un disco que nos va a tener entretenidos una buena temporada (no sé, francamente, si escuchándolo o discutiéndolo) y que qué bueno que Sufjan Stevens haga lo que le dé la gana; pero no se puede acabar de reseñar ‘The Age of Adz’ sin ser honestamente malvados y hacer(nos) una pregunta incómoda: ¿si hubiera tenido su autor en sus manos un material de la misma o parecida calidad de ‘Illinoise’, habría optado por embozarlo (y hasta rebozarlo) bajo tanto ruido?