Los 80 molaban y Prince molaba en los 80 incluso más que los propios 80. Y lo que hizo Prince para molar tantísimo fue pasar -con muchísimo talento añadido- el funk de Sly Stone y James Brown por la caja de ritmos y el sintetizador. Y lo que hace ahora Lidell en su casi errático camino en busca de su gran disco (estuvo así así en 2010) es una especie de divertida emulación de Prince pasada por la mesa de mezclas digital y las manos de tres productores, tres, que, desde luego se lo han pasado en grande con los cacharritos. Interesante, estimulante y, al final, cansino.