Solo el tiempo nos dirá si las prisas en sacar este segundo disco por parte del jovencísimo Bugg son causadas por las ganas de quemar etapas que tiene el chaval -que no parece, porque no se nota demasiada evolución desde la anterior entrega- o por la irremediable necesidad de aprovechar el tirón de (casi única) estrella adolescente cool del presente panorama musical. O sea, que más de lo mismo (que no está nada mal, por cierto), alguna que otra canción que apunta a otra cosa menos vintage que el resto y un par de temas que mejor podría haberse guardado o directamente olvidado de meter en el disco.