Islandia tiene unos 330. 000 habitantes, equiparables en número a los de las capitales españolas de Córdoba, Valladolid o Alicante, pero, a diferencia de estas, Islandia nos ha dado en los últimos 30 años a The Sugarcubes y a Björk, a Sigur Rós y a Solstafir, a Of Monster and Men o a Emilíana Torrini.
El último regalo islandés es una vuelta de tuerca a aquello del blue eyed soul, porque, por el aspecto de Június Meyvant, habría que atreverse con el término ‘viking soul’. Será la globalización, será el calentamiento global.
Prejuicios sacudidos, nos encontramos con una más que magnífica colección de canciones de autor, unas más negroides, otras menos; las primeras en la (buena) onda de Curtis Mayfield o Marvin Gaye (quien últimamente sale mucho por aquí y lleva muerto más de 30 años: algo pasa), las segundas en la línea de The Tallest Man on Earth o Bon Iver, todas con unos excelentísimos arreglos de cuerda y viento (muy suaves, por cierto, parecidos a los que Trey Pollard y Matthew E. White le hicieron a Natalie Prass hace un par de años), ninguna mala, ningún relleno, todo alegría.
Június Meyvant –Unnar Gísli Sigurmundsson de nombre real- fue un niño revoltoso y un adolescente intratable hasta que empezó a tocar la guitarra y a componer hacia los 20 años. La música le trajo la paz y él la devolvió en sus canciones, lo que resulta más que evidente sintiendo la calma y el buen rollo que destilan los doce temas del disco.