Desde que se quemó la catedral de Notre Dame y varios siglos de arte se fueron al garete en una tarde no dejo de pensar en la seguridad con la que se habla del “arte eterno” y el empeño que tenemos en que hay alguna esencia eterna y la creencia de que alguna vez daremos con ella. Alguien dijo que la especie humana no aguanta grandes dosis de realidad y por eso no dejamos de inventarnos relatos que nos evadan de ella. Comparto más la opinión de que sólo “tenemos derecho a 15 minutos de fama”, pero no mucho más, porque si lo comparamos todo con la escala geológica la presencia del ser humano en La Tierra es insignificante. Además, la física es muy tozuda y nos pone en nuestro sitio y nos dice claramente que no valemos gran cosa. Entonces lo que llego a preguntarme es qué sentido tiene intentar aferrarse a la idea de que el arte crea cosas eternas e imperecederas, y cada vez me convenzo más de la “efimeridad” de todo ello. Los sentimientos y las creaciones humanas son vibraciones efímeras y llego a pensar muchas veces que no tienen significado ni un propósito determinado. Entonces para qué machacarnos interiormente si no hay nada perdurable, lo único constante es el cambio y no habrá nada que nos satisfaga completamente. Son ganas de sufrir, ¿no?. Por eso la “Gran” aspiración de muchos artistas de que tienen que sufrir para alcanzar la ley de la belleza, pues bueno… no estoy muy dispuesto a pagar ese peaje.
Prefiero conformarme con hacer obras que sean un poco espontáneas y sin muchas pretensiones de ese tipo. Por eso me gusta la improvisación libre, lo haces y ¡hala! a otra cosa. Con esto no quiero decir que se haga de cualquier manera. Como muchas actividades en la vida hay que poner esfuerzo, disciplina e interés para que salga bien lo que te propongas. Pero eso, el resultado en la improvisación libre, es música efímera que queda en el aire la mayoría de las veces y disfrutas el momento sin buscarle un significado concreto y una trascendencia determinada. Al menos así es mi forma de entender esta actividad. Y desde luego evito el “sufrimiento” que tradicionalmente se le atribuye a los artistas. Debe ser que no soy artista y que lo que hago no es arte, pero me lo paso bien.
Ahí va una pequeña muestra de esa música efímera que dentro de no mucho se olvidará. Así se dejará paso a otros: porque el mundo evoluciona, y la música y el arte, en mi opinión, debe hacer lo mismo.
Atentamente, J.G. Entonado (www.arintonadodo.com ) y Arín Dodó (https://arindodo.bandcamp.com/ )