Sé que estoy muy pesado con el disco de Uhurù, pero es que cada vez que lo escucho pienso que es el disco de mi vida. Son 21 o 22 minutos arrolladores que resumen perfectamente mi trayectoria musical ¿Cómo se puede tocar la guitarra y el bajo TAN MAL y sacar una música tan apabullante? Además, cantando fatal: unas veces parezco una marioneta a la que le están pillando el cuello con la puerta de un armario y otras veces parezco idiota al pronunciar una serie de frases incongruentes y gritos desmedidos.
NoMeHaCeFaLTaPaRaNaDaSaBerMúSiCaySaBeRToCaRuNiNSTRuMeNToPaRaPoDerHaCeRLaMúSiCaQueQuieRo
En esos veintitantos minutos me CAGO en toda la música rock, en el jazz, en el flamenco; en toda la música y el arte que quieran imaginarse… en realidad me CAGO hasta en toda la música (si es que eso puede llamarse música) que he hecho yo hasta entonces (incluido Poliedro Kobold, con el cariño que le tengo).
A veces, cuando voy en el coche escuchándolo con el volumen a tope y me paro en un semáforo, mi educación católica sale a la palestra y me pide que baje el volumen (avergonzado de lo que estoy escuchando y temeroso de que me tachen de loco o de arder en el infierno). Ay, las contradicciones humanas…menos mal que esa carga la llevamos todos, por eso no desisto en la escucha y en el disfrute de esos tremendos y demenciales 22 minutos.
Vamos, que Uhurù podría considerarse “porquería total”; pero qué orgulloso me siento yo de esa “MIERDA tan personal que he fabricado” (tengo el intestino completamente limpio desde que hice esa grabación; sólo me queda la flora bacteriana). Tan orgulloso estoy que hasta me da por pensar que debería dedicarme ya a otra cosa. Quizá me debería retirar y dedicarme a cocinar y a planchar, porque de limpiar retretes ya estoy harto… ya ni me inspiran ¡ja ja ja ja ja!