No a todo cerdo le llega su San Martín y no se me revuelva el gallinero. Después de seis años al sequillo, ya en la treintena y en la cama de Jessica Biel ca-da-no-che, al Timberlake se le ha debido de aparecer algo o alguien, ha tirado de talonario, ha fichado a Timbaland para la producción y le ha dicho aquello de no repares en gastos, chico.
Y lo que podría haber sido un despropósito pedante ha sido un disco, al menos, entretenidísimo de escuchar, con una calidad técnica incontestable y una exhibición de recursos sónicos apabullante. Además hay excelentes canciones.
Y Justin sigue sin ser T.S. Eliot. No sé si le importa a alguien esto.
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