Los prejuicios son una cosa muy mala, porque te ensucian el entendimiento, aunque lamentablemente hay que reconocer que, si están ahí será por algo. Así que si Antony Hegarty (Antony and the Johnsons) prácticamente desaparece durante seis años de la actualidad artística y se nos amanece en este 2016 con disco nuevo y convertido en una mujer llamada Anohni, pues es entendible que el rotofaro del prejuicio empiece a girar y no precisamente por el cambio de identidad sexual, sino por el daño que a casi todos los artistas (Bowie es la ‘gran excepción’, aunque hay otros) les hacen las reinvenciones, que todos sabemos que no son, en la inmensa mayoría de los casos, otra cosa que huidas con disfraz hacia adelante.
Pero hete aquí que, después de resistirte a darle al play del reproductor durante semanas, sales una mañana a dar un paseo con los auriculares puestos, decides conceder por fin una oportunidad a la (nueva) muchacha y -literalmente- a la segunda canción, ‘4 DEGREES’, notas que se te levantan majestuosamente las antenas. Después vienen ‘Watch Me’ o esa maravilla que es ‘Execution’, la confesional delicadeza de ‘I Don’t Love You Anymore’ o ‘Why Did You Separate Me From The Earth’, para cerrar el disco esplendorosamente con el tema que le da nombre y rematar con la brillantísima ‘Marow’.
O sea que a este ‘Hopelessness’ le bastan (y aún le sobran) los 41 minutos que dura para que uno tenga que envainarse el prejuicio, la prevención y la desconfianza y, magníficamente descolocado, tenga que admitir que la artista que ha sucedido al artista en el mismo cuerpo (o que ha aflorado desde el interior, que ahí ya no me meto) no solo es igualmente (o más) brillante que hace seis años, sino que es más valiente, más cálida y mucho más cercana ¿Acabo de describir la feminidad, verdad?