Todas las fuerzas del Mal debieron de unise contra nosotros el jueves 8 de julio, pues desde que salimos de Mérida a las 10 de la mañana, ‘sólo’ tardamos 12 horitas de nada en vernos dentro del recito del Optimus Alive 2010. La secuencia de malditos acontecimientos se inicia con un olvido de equipaje y su consiguiente reposición con ‘qualquer coisa’ y termina en una cola con miles de personas obligadas a esperar el minucioso registro de un escasísimo pero concienzudo personal de seguridad. Al final, con un conato de rebelión y con los Alice in Chains ya en el escenario principal, nos dejaron pasar hasta sin pulsera, sólo enseñando la entrada.
Para Alice in Chains el tiempo parece no haber pasado, ni el cambio de siglo, ni el agotamiento del grunge como vía de expresión, ni la cuarentena rondando a sus miembros, ni siquiera la muerte de Layne Staley parece que puedan afectar a su sonido a su actitud o su repertorio. No son unas momias porque no tienen todavía edad, pero seguro que perseveran hasta lograrlo.
The XX actuaban en el escenario ‘b’, una carpa a todas luces insuficiente para cualquier grupo con mediano tirón que, además, no dejaba escapar un acorde, con lo que, si no estabas dentro –que fue lo que pasó- era como escuchar la radio de un coche, pero desde fuera. Y desde fuera oímos más a los fans que al mismo grupo.
Kasabian fue seguramente lo mejor, más animado y menos casposo que vimos el primer día. Tom Meighan, sin ofrecer algo verdaderamente original, ha conseguido conformar un show potente y eficaz, eléctrico, electrónico, euforizante, divertido y –a pesar de su más que evidente histrionismo- nada cargante.
Faih No More intentan y casi consiguen el espectáculo total, porque difícilmente puede calificarse de otra forma el arrancarse con John Barry, seguir con The Comodores y rematar con Vangelis, entre otras ‘frivolidades’, entreverando los temas propios, todo bajo el paraguas de la incontestable presencia y la voz formidable de Mike Patton en el escenario. Sólo nos queda la duda de si Patton va en serio en sus intenciones o lo que hace es labrarse un futuro retiro como showman en Las Vegas.
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Llegó el viernes y llegó la paz. Hotelazo, mega-desayuno, reposición del vestuario, ‘praia, peixe grelhado e cerveja bem gelada em Cascais’ junto a un músico callejero capaz de cantar (creo) en noruego. Y por la tarde, festival.
Cuando el retro-rock austral era una novedad, Jet fue una banda puntera y original en su descarada clonación de los clásicos. Luego llegó la ola y los cubrió. Tenía ganas de verlos, pero sería por la hora temprana y/o la solana que no me emocionaron. Bordan lo suyo, pero eso ya lo bordaron otros hace mucho.
The Maccabees son una nueva banda inglesa con apenas dos discos en el mercado y cientos de fans en Portugal que se saben sus letras como el Evangelio. Su cantante, Orlando Weeks se mostró generoso, competente y comprometido con su trabajo. Su entrega al público y a su música resultaron emocionantes y envidiables en medio de tanta convencionalidad como lamentablemente encontramos estos tres días.
Mão Morta es probablemente una de las bandas portuguesas más importantes del último cuarto de siglo, tienen un sonido elaborado y complejo, pero quizá demasiado anclado en la avant-garde de los 80 que los vio nacer. Su cantante, Adolfo Luxuria Canibal (no es broma, es nombre artístico) peca de histrionismo, pero se hace con el público y el escenario.
New Young Pony Club son una notable banda inglesa de electro-rock heredera de grupos de los 80 como Gang of Four o The Stone Roses. Su show reposa sobre los hombros de la diminuta pero competente y estimulante Tahita Bulmer (a quien luego pudimos ver por el recinto como una espectadora más), de cuya actuación pudimos disfrutar en la carpa gracias a que el segundo día fue ‘de transición’ y probablemente sólo estuvimos dentro los abonados a las tres jornadas.
El mejor concierto del día 9 fue sin duda el de Manic Street Preachers, la única ‘gran actuación’ del Optimus Alive que no se me hizo larga. Presentaron temas de su último disco y después hicieron un muy agradable recorrido por su larga trayectoria. Variado, amable, amigable, adulto, muy profesional: un gran show.
Una de las actuaciones más esperadas era para mí la de Skunk Anansie, principalmente por ver en directo a esa fuerza de la naturaleza que es Skin, secundada en la batería por el no menos fiera Mark Richardson. La actuación fue efectivamente feroz y hasta excesiva, con un desaforado y ecualizado bombardeo sónico, que subraya desmesuradamente un repertorio ya de por sí contundente.
Cerraron la jornada Deftones (cómo suda Chino Moreno) con una descarga de bass & drums muy cercana a la Skunk Anansie, demostrando que puede hacerse nu metal sin ser un macarra ni cantar con el esófago. Pero si Skin ya fue excesiva, esto ya nos mandó desbordados al hotel.
El sábado llegaron Pearl Jam y la masa. Imposible aparcar cerca y media horita andando hasta las puertas del Optimus, otra vez cola para entrar, cola para comer, cola para beber, cola para mear: nada que no esperásemos, por otra parte. Por supuesto, lo de ir a la carpa a ver a Miike Snow o The Big Pink ni soñarlo, así que nos dedicamos en exclusiva al escenario grande.
Dropnick Murphys y Gogol Bordello eran los encargados de calentar el ambiente para Eddie Vedder y sus chicos. Ambos grupos hicieron lo que les correspondía, que era poner a bailar al público durante las casi tres horas que duraron sus actuaciones. A los danzantes, evidentemente, poco les importó que los primeros hiceran punk-folk gaélico y los segundos perroflautismo zíngaro-balcánico: había ritmo y habían venido a divertirse.
Media hora antes de la anunciada para el inicio de la actuación de Pearl Jam, ya estaba todo el público presente en el recinto delante del escenario principal y mucha gente -a esas alturas de la noche con las insensatas intenciones de acceder a las primeras filas ‘por todo el medio’- fue haciendo que la zona en que nos encontrábamos se volviera inhabitable. Poco después de la hora convenida, las estrellas de la noche estaban en el escenario e iniciaban un show de casi dos horas, con sus altos y sus bajos, de incuestionable calidad, con mucho parlamento y mucho peloteo y mucha confesión de Vedder (aparte de lo del vino como ayuda a la composición, anunció un parón indefinido en la actividad del grupo, cosa que, como puede suponerse, no gustó nada al respetable). El grupo repasó sus grandes éxitos, coreados por una multitud arrobada e insertó algunos de los temas de su último disco y Vedder, en todo momento y a pesar del morapio, mantuvo intactas las cualidades de su voz.
La noche se cerraba con LCD Soundsystem y no voy a decir que James Murphy se quedara solo, pero el bajonazo después Pearl Jam dejó delante del escenario principal un tercio del público que había media hora antes. Era la primera vez que veía a los neoyorquinos en directo y sería por la hora o los tres días de festival o directamente porque lo que vi no se ajustó a lo que esperaba, lo cierto es que me decepcionaron y hubo momentos en que se parecían más a unos Talking Heads lentorros que a sí mismos. Murphy tiene repertorio para poner eléctrico al público en cinco minutos y eso no pasó ni a los cinco ni a los treinta y el hecho de que nos preguntara si teníamos frío entiendo que es bastante sintomático.