Tener un gran festival tan cerca es una suerte que incluye la ventaja de que no tienes que pensar demasiado si ir o no: simplemente vas, y no miras con lupa el cartel. Bien que sabes que el cartel no hace completamente al festival. El Alive lisboeta tiene años buenos y años regulares; este ha sido regular, desequilibrado -el jueves se pretendió poner el listón muy alto y el resto solo fue bajar-, demasiado mainstream y con un par de tocomochos de altura.
(esta entrada incluye un montón de vídeos, así que conviene que nos vayamos a otra pantalla, que luego el navegador cruje de dolor)
El jueves empezamos oyendo más que viendo a un grupo ¡español!, Señores, que hacen muy bien lo suyo, esto es, asimilarse perfectamente a decenas y decenas de grupos indie que suenan exactamente igual que Los Planetas, o peor, a estas alturas: imitan a los imitadores de Los Planetas que, por cierto, también imitaban.
Luego, en la misma carpa, vimos un rato a Young Fathers, un rato, y nos fuimos.
https://www.youtube.com/watch?v=SPCZv41bMxs
Pasamos ya con intención de quedarnos en el escenario grande donde James Bay era jaleado (y más cosas) por el público, especialmente por el sector femenino más joven. El muchacho, la verdad, es que cumple perfectamente, lleva una buena banda y aparentemente no se deja seducir por la tentación de ser un teenager idol.
https://www.youtube.com/watch?v=vG3kqUZai08
Vino después -para el que suscribe- el plato fuerte del día (y del festival): Ben Harper & The Innocent Criminals, una excelentísima banda que funciona como un mecanismo de relojería perfectamente engrasado, ajustado y medido, quienes disfrutaron tanto tocando como nosotros viéndolos tocar.
Alt-J han decidido, con su segundo disco, que no van a pelearlo. Que te gustó el primero y no el segundo, te toco el primero. Que con esto parece que renuncio a tener una carrera, dime cuánto se cobra. Allá ellos y su película. Por cierto -y no fueron los únicos-, tienes delante a tropecientos mil que han venido a verte, no todos se pueden poner a veinte metros del escenario, porque no caben, hay un montón de maravillosas, coloridas y definidas pantallas LED, úsalas, coño.
La gente, bien lo sabe San Vicente Mártir, patrón de Lisboa, había venido a ver a Muse y se apretaba tanto tanto para verlos lo más cerca posible que, o eras devoto o salías disparado a las filas de atrás. Fue esto último lo que nos pasó.
El show de Matt Bellamy y sus chicos es histérico, excesivo, calculadamente desmedido y muy teatral, es algo que trata de contentar a los fans de Queen, de Radiohead y de Kiss y tanto abarcar no puede ser. Aunque por cómo aullaba el respetable, tengo mis dudas.
En el límite de nuestras fuerzas vimos un ratito a Django Django pasándoselo muy bien en el escenario de la carpa. Benditos sean. Esa es la actitud.