Tener a menos de tres metros de tu cámara a Taj Mahal (gracias de nuevo a Riff y especialmente a Cris y a Paz) es probablemente una de esas cosas que mejoran la vida de uno, si no las fotos. Henry Saint Clair Fredericks -su nombre real- es probablemente el más curioso, viajado, abierto y dispuesto músico de blues de la historia (una prueba: lo bien que habla español/lo bien que lo parece) y verlo en directo en el Bluescazorla 2017 (y a esa distancia, aunque solo sea durante ‘las dos primeras y sin flash’) es algo muy grande, pero ver que a sus 75 años sigue entregado a lo que hace, que lo hace muy bien y que mantiene un envidiable buen humor ya sobrepasa todas tus expectativas y lo arrastra a uno a la nube de las emociones fuertes.

El show que ha montado con Keb’ Mo’ (Tajmo se llama el proyecto) es divertido, resultón, perfecto en su ejecución y resuelto para que Mahal (a pesar de estar sentado casi todo el rato) sea el indiscutible centro de atención, salvo en algún momento en que Moore reclama lo suyo (al fin y al cabo tiene una trayectoria que nada envidia la de su colega) y en esos otros en que las dos espléndidas coristas (presentadas por Taj como hijas suyas) se hacen con los mandos de la función.

En cualquier relato, el clímax conviene reservarlo para (casi) el final y lo de Tajmo fue ciertamente climático, pero es que inmediatamente vino otro (se ve que Bluescazorla es un festival multiclimático) de la mano de la enérgica, eléctrica y vibrante Nikki Hill, que en compañía siempre de su marido  Matt Hill sigue ofreciendo uno de los shows de blues-rock (con erizantes influencias de punk y de rhythm and blues) más completos y vigorizantes que pueden verse ahora mismo.

Con estas dos citas cualquiera aficionado debería darse por satisfecho, pero el festival tuvo otros grandísimos momentos, como los shows de John Nemeth y Kenny Neal el primer día, a los que por cierto les vino de maravilla el cambio de orden en el programa, seguramente debido a circunstancias personales de alguno de los dos, pero que resultó perfecto a la postre.

El viernes tuvimos una buena ración de primoroso swamp blues con Delta Moon y su juego de perfecta combinación entre los dos guitarristas, Tom Grey y Mark Johnson, juego que resulta visualmente mucho más interesante por el uso que hace Grey de la lap steel guitar, sin sentarse. Vino después Doyle Bramhall II con un ajustadísimo psychedelic blues rock quizá demasiado hermético para la mejor hora de la noche, pero que resultó igualmente estimulante. Siguió la jornada con la reunión después de siete años de Los Reyes del K.O., fundamentalmente emotiva, aunque no por ello menos divertida, y culminó con el inédito juego del gato y el ratón entre artista y miembros de la seguridad en que se convirtió la actuación del siempre estimulante (aunque quizá no tanto) Carvin Jones, el hombre que embrujó a su guitarra para que suene sola.

Si tenemos que volver al sábado es para destacar, reseñar, alabar y enmarcar la actuación de Julián Maeso con que se abrió la noche. A pesar de arrancar en frío y de tener un problema serio con el amplificador Leslie (al que tuvo que estar atendiendo todo el rato un técnico), Julián y su banda (con Amable Rodríguez, no digo más) ejecutaron uno de los sets más medidos, sentidos y perfectos del festival, a la altura de cualquiera de las grandes estrellas del Bluescazorla, si no por encima.

Podríamos hablar de muchas más cosas, como de algunas excelentes actuaciones en los escenarios gratuitos (petado el del parque las dos jornadas) del calor y de lo poco que ha importado la mayor parte de las veces, de la amabilidad de Cazorla y, por supuesto, de la inevitable y repetida promesa de volver el año próximo.

por El Poleo