No os perdáis, si podéis, este magnífico documental de Mike Fleiss –conocido por ser productor de la franquicia ‘Hostel’- sobre, de, hacia, para, con, desde y acerca de Bob Weir, el ‘otro guitarra’, ‘el guapo’ (tampoco lo tuvo difícil) de los Grateful Dead. La ‘sombra’ de Jerry García se revela como un tipo maduro, asentado, reflexivo y serenamente feliz, lo cual no es demasiado frecuente entre estrellas de rock, aunque, como es el caso, calcen en el momento de producir la película unos muy bien llevados 67 años (73 tiene ahora el bueno de Bob).
El documental de Netflix, centrado como decimos en la figura de Weir, explora su vida con los Dead (su verdadera familia, dice) desde el momento -mediados de los 60- en que salió de su hogar adoptivo a los 18 años y dejó los estudios para irse a vivir a San Francisco con unos hippies que decían que eran músicos y -no lo oculta- pasaban todo el día drogados, hasta el momento de la muerte (por lento suicidio) de García en 1995. Recorremos con él todo el proceso de conversión (muy tranquila y controlada se nos asegura) de la banda de ser un grupo local a convertirse en enseña musical del peace & love y en un icono global que -merito suyo- trascendió la época que los engendró y tuvo una fecunda carrera de casi tres décadas.
A mí me ha resultado especialmente interesante el relato de la relación entre Weir y García y cómo va evolucionando en Bob la figura de Jerry que pasa, de modo progresivo/superpuesto, de ser un coleguilla confortable a amigo de verdad, padre (raro, pero padre) a veces, mentor, hermano, socio en los negocios y, en muchas y lamentables ocasiones, dependiente el segundo del primero para que le consiguiera y racionara la heroína que lo acompañó y envenenó durante casi toda su vida adulta. No hay sin embargo (y parece todo sincero) ni un solo reproche a las actitudes y cuestionables hábitos de Jerry García: en la post-comuna hippie que eran los Dead a todo el mundo se lo aceptaba como era.
Y en esa relación estaba por supuesto la música y resulta al menos sorprendente a quién nombra Bob Weir como influencia decisiva en su evolución de guitarra acompañante del virtuoso García a talentoso contrapuntista del maestro hispano. Weir dice que se fijó muy especialmente en la forma en que McCoy Tyner acompañaba con su piano a John Coltrane: primero rellenando los huecos, terminando luego lo que el saxo había empezado y por detrás (o por debajo o al lado) siempre dialogando magistralmente con las frases que salían de aquel instrumento milagroso.