Es curioso que, a la hora de encuadrar esta ‘Can a Song Save Your Life?’ (su subtítulo), algunos se pregunten si se trata de una comedia romántica o una comedia musical, cuando estamos muy probablemente ante una “comedia fantástica”, pues no cabe otra explicación que la fantasía (o el encantamiento) para entender cómo se resuelven los conflictos (?) en ‘Begin Again’.
Lo que ha hecho Cartney en su guión es llevar al extremo el propósito final de toda comedia, que no es otro que la celebración de la vida, y para ello ha pulido tanto y endulzado tanto las aristas que van surgiendo en la trama, que los problemas, para los personajes y los espectadores, acaban convertidos en meras anécdotas, si es que no se esfuman tan mágicamente como el principio de verosimilitud (¿De dónde coño sacan el dinero Dan y Gretta? ¿El mal de amores se cura en una noche? ¿Un cambio de look basta para resolver todos los problemas de una adolescente?…).
Y lo que después hace Cartney en su película es rematar (estupendamente, sin duda) la faena: tiene una pareja protagonista (Knightley-Ruffalo) perfectamente acompasada, un coro de secundarios a cuál más simpático y molón (molan hasta ‘los malos’, pero si es que mola hasta Adam Levine), tiene el escenario perfecto para una historia como esta (el Village, en Manhattan) y, como ‘ingrediente X’, un puñado de buenísimos ejemplos de pop euforizante (ahí están el mismísimo Cartney otra vez y Gregg Alexander, el de los New Radicals) que contiene además un par de melocotonazos. Casi no se puede hacer mejor.
Así es que, si acabas con cara de tonto o con cara de tonta mientras ves el ‘final B’ (alegre) por si te había dejado rallado o rallada el ‘final A’ (triste), o mientras suben los créditos le haces ojitos a tu pareja, sin que deje de sonar otra vez Tell Me If You Wanna Go Home, no te preocupes, que estaba todo previsto.