Wilco

Vamos a sincerarnos: llevamos casi una década salvando a Wilco de la hoguera o, por lo menos, del cajón de los pestiños. En mi caso, desde ‘The Whole Love’ (2012) solo he publicado críticas posibilistas y condescendientes (y una vez me cabreé bastante) esperando y esperando el retorno de La Magia y esta señora parece que no se pasa por Casa Tweedy hace mucho tiempo ni tiene intenciones de pasarse.

Jeff, no siento nada, lo nuestro ya no funciona, haces como que te esfuerzas (y puede que lo hagas) y en tus maneras pervive la eficacia de antes: Nels Cline hace eso que hace tan bien con su guitarra y sé que lo hace con la mejor de las intenciones, pero ya no me llega, porque es como si te acariciara Theresa May y no me pone; Glenn Kotche será un prodigio (que lo es, joder) de la percusión, pero a este disco le ha metido una cadencia modorra, cansada y cansina, inapetente, desnortada (que la culpa es ¡de Trump! dicen, me parto), narcótica y fastidiosa que directamente se carga dos o tres temas a fuerza de igualarlos; y sí, la producción de este disco es fantástica, pura hechicería, pero para mí todo eso son ya juegos de mano, lisonjas y zalamerías que siento solo como un halago rendido. Y cuando, Jeff, viendo la cara que se me va poniendo, te sacas ‘Everyone Hides’ del bolsillo para alegrarme, pues como que no la quiero, porque se te nota que no eres sincero, Jeff, que lo haces más por mí que por ti, porque tú hace mucho que estás muy aburrido de tu Wilco y también de mí.

Y la culpa es mía, Jeff, por no haber visto antes las señales, por no querer entender los mensajes que -sin mala intención, lo sé- me ibas mandando. Ahora ya he visto la luz en el fondo del pozo y te libero. No habrá más tú y yo. Besos a Sue, a los niños y shalom!

por El Poleo