Hace dos años largos que Jeff Twedy y yo nos divorciamos: aquello no daba para más y nos dimos puerta en términos corteses, aunque con gestos nos exentos de resentimiento. Hace un mes, más o menos, Jeff ha llamado a mi puerta y me ha pedido una oportunidad, ‘la última’ le he dicho yo mientras lo dejaba acercarse esbozando una sonrisa que él intentaba que pareciera pícara. ‘Algo se trae este entre manos’ me dije yo, y, en el mismo instante en que desplegó ante mí sus 21 propósitos de enmienda, pensé que indudablemente se había pasado de frenada.

No me equivocaba -creo-, ‘Cruel Country’ es un disco excesivamente largo (casi llega a la hora y 20 minutos) y, dejando aparte el asunto conceptual -va sobre el amor/odio hacia los Estados Unidos, ese ‘país cruel’- cualquier productor con arrojo le hubiera quitado cinco o seis canciones y lo hubiera dejado a la altura de los grandes discos de la banda, porque, en este ‘disco de disculpa’ (con sus fans, con sus raíces, con su carrera y hasta con el sentido de la existencia) casi todo el material no solo pasa del aprobado, sino que hay desperdigadas por él siete u ocho canciones (digamos que hay que esperar hasta ‘All Across The World’, que está en séptimo lugar) verdaderamente buenas y hasta algunas magníficas (‘Please Be Wrong’, ‘Hearts Hard To Find’, ‘Bird Without a Tail/Base of My Skull’) que te reconcilian con Tweedy y con la banda, que poseen magníficas melodías y estupendos desarrollos donde vuelve uno a disfrutar de la complicidad excepcional de unos músicos que llevan tocando juntos tres décadas, canciones que recuperan la magia perdida, que rezuman esa Wilco-honey que encandila a la audiencia y tanto echábamos de menos y que hasta te hacen confirmar tu fe en el Santísimo Sacramento de la Americana.

por El Poleo