Si alguien se pregunta, que lo hará, una vez escuchado este disco, por qué Rodney Crowell (Houston, TX, 1950) no ha estado desde siempre en el olimpo del country y la ‘americana’, la respuesta más simple y también más cruda será porque hasta ahora, al borde de los 70 años, no había grabado y publicado ‘Texas’.
Y no es que su carrera no esté llena de buenos momentos (tiene un montón de premios y nominaciones en los saraos anuales de la gente de la música vaquera y dos Grammy’s, uno de ellos al mejor disco, en 2014, con la mismísima Emmylou Harris), ha tenido una exitosa carrera en solitario y ha colaborado, además de con Harris, con Waylon Jennings, Johnny Cash, Roseanne Cash (su segunda esposa, por cierto), Bob Seger, Jerry Reed, Sheryl Crow o Steve Earle, pero nunca o casi nunca fue capaz de descollar de entre esa imponente nómina de grandes figuras y se quedó como el segundón perenne de quien todo el mundo habla maravillas.
Es precisamente una canción coescrita con Steve Earle hace 20 años -‘Brown & Root, Brown & Root’- el germen de un disco que se ha ido haciendo a través de ‘una larga conversación’ de dos décadas -y con mucha gente- acerca de la música, de la amistad y del estado de la estrella solitaria al que no por casualidad se hace protagonista absoluto de un álbum cuyo contenido esencial, sin embargo, es el mismo Rodney Crowell.
‘Texas’ es además un disco de duetos y la nómina de participantes es abrumadora: Randy Rogers, Vince Gill, Billy Gibbons, Willie Nelson, Ringo Starr, Lyle Lovett, John Jorgenson o Steve Earle van apareciendo pista tras pista en un disco que así transita de autohomenaje a homenaje a secas pero a lo grande.
Y, finalmente y dejando aparte su larga gestación, las colaboraciones, el autohomenaje y todo el aparato que ha rodeado el lanzamiento, ‘Texas’ es una obra de arte, un álbum enorme, un modelo de virtuosismo y probablemente el mejor disco de country/’americana’ de este 2019.