La vida y la música de Malcolm Holcombe no pueden ser referidas sin usar unos cuantos lugares comunes que precisamente en este caso no tienen ni un pelo ni manidos ni de tópicos (es lo que hay).
La trayectoria artística del ‘Tom Waits de los Apalaches’ se inicia hace 30 años en una hamburguesería de Nashville, Tennesse, donde, al acabar su turno en la cocina, y sin quitarse el mandil grasiento, montaba en un rincón un pequeño escenario donde tocaba la guitarra y cantaba sus propias canciones con esa voz donde la melodía pasa -presuntamente- por la lija del mucho tabaco y del mucho aguardiente de maíz.
Tanto en lo privado como en lo artístico, Holcombe ha caído y se ha levantado docenas de veces (de ahí lo del otro agujero negro), pero como aquello que es una catástrofe para los que concebimos la vida como una línea recta, es para otros seres solo un tropezón más en una sucesión aparentemente implacable, este bardo de laringe arenosa acaba flotando en el pantano y termina por pisar terreno seco.
Así, después de muchas aventuras y muchos fracasos discográficos (y alguna cosa muy notable, como ‘A Hundred Lies‘, de 1999), a finales de la década pasada cogió carrerilla y publicó de la mano del productor Ray Kennedy unos cuantos muy buenos discos que llamaron la atención de colegas como Emmylou Harrys o Steve Earle (y del hijo de este, Justin Townes Earle), de la crítica y, por fin, del público.
Este ‘Another Black Hole’ no es pues otra cosa que un paso más en una carrera que es ya una memorable sucesión de prodigios, tanto en lo musical como en esa ristra de bofetadas de realidad que son las letras de las canciones. Conviene además señalar que a la atmósfera del álbum contribuyen notablemente la presencia de músicos como Jared Tyler o el ubicuo Tony Joe White, la ampliación de la paleta hacia el rock sureño o la siempre bienvenida contribución de coros femeninos de voces negras.
Malcolm Holcombe viene a España en abril.