Tercer disco del hijo de Steve Earle, que ha entremetido como apellido propio el ‘Townes’ de Van Zandt (allá líos de familia y mención), francamente mantenedor / estimulante / resucitante (respetuosamente) de la tradición blanca norteamericana en un trabajo muy agradable de escuchar (y hasta optimizante: no hay una canción mala) con aires dylanianos, springsteenianos y morrisianos por momentos (sorry, es lo que tiene tener una lengua flexiva), al que se ve (escucha) seguro de su trabajo y abierto -dentro de lo que le cabe- a nuevas influencias.