Dos años después del muy agradable y acertado y purgativo The Beast in Its Tracks, Ritter se ha ido a Nueva Orleans y ha grabado el mejor disco de su carrera. Y lo es porque se abre, por dentro y por fuera, a descubrir o abundar en facetas, matices y géneros, como el góspel, el country o la música irlandesa; a explorar sin prejuicios y con muy buen rollo influencias, de Van Morrison a Springsteen; y a ofrecernos toda esta descarga, con coherencia, elegancia y tino, en el, además, probablemente mejor disco de ‘americana’ del año.

por El Poleo