Marlon Rabenreither, vienés de nacimiento, consigue en este ‘Big Blue’ sumergirse sin pretensiones en la misma esencia melancólica del country-rock & blues y salir airoso. Su más que evidente voluntad de explorar y no reinventar nada le permite parecerse a John Denver o a Townes Van Zandt sin que tengas la sensación agria de un dejà vu acústico; que su armónica suene (magníficamente) como la de Springsteen en ‘Nebraska’ tampoco te molesta y que sus estribillos sean primos de los de Jeff Tweedy no ofenden.
Su deporte no es la copia, sino la veneración, respetuosa, devota, y su ambición no parece otra (que no está mal) que sumarse a la nómina de los reverenciados. Eso es lo que habrá visto ni más ni menos que Lucinda Williams para decidir llevárselo de gira como telonero y eso es lo que apreciará cualquier oyente con alma y oído limpios y corazón presto a suaves emociones.