En la improvisada y completamente casual lista de músicos septuagenarios en plena forma que nos está saliendo (Walter ‘Wolfman’ Washington, James Harman, Charlie Musselwhite…) hoy le toca hacer su entrada al eterno segundón de la americana, Chris Smither, quien, a sus casi 74 años ha hecho el mejor disco de su carrera, que, por cierto, empezó a principios de los años 60, si bien es cierto que no ha sido continua sino desde los años 90, cuando, con la llegada de la madurez, supo ver el horizonte y empezó a caminar hacia él.
Concebido como un LP doble, según se puede ver en el player de ahí abajo, contiene en la cara A, nueve temas originales y dos versiones (dos maravillas, por cierto: una ‘Maybellene’ directamente proveniente del lado oscuro y una ‘She Said She Said’ deliciosamente libre de psicodelia) y una cara B donde se ofrecen versiones (no tomas) alternativas de cinco de las canciones originales de la cara A.
Los aciertos del disco son esencialmente dos: por un lado, la calidad (y calidez) de las composiciones y, por otro, haberlas grabado y producido en un tono íntimo e inmediato, aunque no libre de excelentes arreglos y armonías. En el centro de todo siempre están la voz y la guitarra acústica de Smither y, arropándolos, una banda esencial y extraordinaria: Mike Meadows y Billy Conway (sí, el de Morphine) en las percusiones y Matt Lorenz y David “Goody” Goodrich, en todo lo demás (guitarras, bajo, piano, órgano, violín y hasta una kalimba).
El resultado es un disco extraordinario y delicioso, un regalo para los oídos y el alma donde podemos encontrar (o reencontrar si es el caso) a un hombre muy vivido y muy corrido que, lejos de la nostalgia, contempla la existencia en tiempo presente con una mirada limpia e incisiva no lejana del buen humor en muchos casos.