Si, como yo, te pones ‘Bonny Light Horseman’ sin tomar las adecuadas precauciones (o sea, sin información previa), te invadirá casi instantáneamente una agradable aunque levemente inquietante sensación de ‘déjà vu’ y eso te pasa, amiguito, amiguita, porque esta vez sí que sí estás escuchando canciones-de-toda-la-vida (hay una de hacia 1600…), pero que no pertenecen (que no, te pongas como te pongas) a tu tradición y con las que has tenido contacto solo a través de interpretaciones y reinterpretaciones contemporáneas (Dylan, Seeger, Cisco Huston…) que a su vez se remitían a la herencia cultural inmediata de sus intérpretes, esto es, la familia y su entorno.
¿Es este entonces un disco de versiones? Bueno, sí, pero hechas con tanto mimo y tanto calado que se podría decir que se trata de toda una reconstrucción (de hecho, los que conocen las canciones mejor que yo, hablan de magníficos parcheos y valientes recauchutados) o incluso una muy cuidadosa y cariñosa reinvención. Sea como fuere, tiene todo el volumen un solo carácter, una esencia idéntica y la encomiable determinación de darle a todo el conjunto profundidad y belleza, lo que lo hace verdaderamente fascinante.
Y además resulta que todo esto está en manos de un ‘supergrupo’ y que viene con padrinos de campanillas. Al dúo originario, formado por Josh Kaufman (Grateful Dead, The National, The War on Drugs…) y Anaïs Mitchell, se unió Eric D. Johnson (Fruit Bats) y el proyecto acabó saliendo en el sello de Justin Vernon (Bon Iver), quien aparece en ‘Bright Morning Stars’. En los créditos también encontramos a Aaron Dessner (The National), que toca la guitarra y a la cantante Lisa Hanigan haciendo coros.